−Hola tú. ¿Te acuerdas de mí? ¿Dean Morearty? He venido a que me enseñes a escribir.
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Jack Keroauc |
Después me vestí y volamos a Nueva York para reunirnos con las chicas. Mientras íbamos en el autobús por el extraño vacío fosforescente del Túnel Lincoln nos inclinábamos uno sobre el otro moviendo las manos y gritando y hablando excitadamente, y yo estaba empezando a estar picado por el mismo bicho que picaba a Dean. Era simplemente un chaval al que la vida excitaba terriblemente, y aunque era un delincuente, sólo lo era porque quería vivir intensamente y conocer gente que de otro modo no le habría hecho caso. Me estaba exprimiendo a fondo y yo lo sabía (alojamiento y comida y "cómo escribir", etcétera) y él sabía que yo lo sabía (ésta ha sido la base de nuestra relación), pero no me importaba y nos entendíamos bien: nada de molestarnos, nada de necesitarnos; andábamos de puntillas uno alrededor del otro como unos nuevos amigos entrañables. Empecé a aprender de él tanto como él probablemente aprendió de mí. En lo que respecta a mi trabajo decía:
−Sigue, todo lo que haces es bueno.
Keroauc, Jack (1986). "En el camino". Editorial Anagrama. Págs. 14 -15
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