Por eso me gustan las rosas amarillas


Contraportada de "El amor en los tiempos del cólera".
Editorial Oveja Negra (1985), 1ra edición.



Empecé la lectura con el cuento de El ahogado más hermoso del mundo.  No tengo la habilidad o la obsesión de recordar “literalmente” cada texto pero guardo algunas imágenes poéticas.


A la única pelea de gallos que he podido asistir fue a alguna que encontré en los relatos de García Márquez  porque aquellos animales me producen tal pavor que, sólo en la lectura, podía verlos volar y despojarse de su violencia.  Pero debo confesar que fue esa fobia la que me detuvo y por la cual abandoné esa historia del coronel, que se sintió puro, y explícito, y nunca llegué al segundo en que pronunció: -mierda.

Fue realmente difícil finalizar el recorrido de las estaciones hasta El otoño del Patriarca, y ojalá llegara para siempre el ocaso del tirano latinoamericano. La escena en la que un apio y una adolescente se humedecen con el olor de un paisaje cercano, el olor de lo cotidiano, como si le pudiera pasar a uno todo aquello como viajar en el buque preso de la cólera o del amor, como ser el fruto del amor.


Entonces cuando llegué al capítulo del enamorado que dejó de sentir hambre, encontré que a mí también me gustaban las rosas amarillas. Ya les había dicho que no tengo recuerdos textuales sino sensoriales:

Yo recuerdo a una abuela desalmada gritando en el boulevard 24 de mayo, la inolvidable, la interpretación de esta Eréndira cándida en medio de las ruborizadas trabajadoras de la eterna primavera y de los arranchadores del histórico centro.

Portada "La Increíble y triste historia de la cándida Eréndira
y de su abuela desalmada" (1978). editorial Oveja Negra.



¿De qué sirve leer y escribir si no hay esperanza de un espejo ensoñado? Gracias García Márquez por el realismo mágico.

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