Buena suerte
Por Gaby Ruiz
Había comprado la lotería, y una muestra de cada uno de los boletos de raspaditas y juegos de azar que encontró en el kiosco del centro comercial.
—Suerte, quiero que me persiga la suerte.
Con esa consigna sostenía fuertemente la moneda entre sus dedos y remarcaba las
orillas y los espacios entre los números. — ¡Nada!
A la hora de comer, un cabello cualquiera se abrió paso en medio de los alimentos. Era un vacío breve y permanente.
A la hora de comer, un cabello cualquiera se abrió paso en medio de los alimentos. Era un vacío breve y permanente.
Lunes, a primera hora, jornada laboral: se
sentó plácidamente decidido a “terminar lo que empezó” con un solo objetivo en
mente, ganar. Pero algo lo saca de su obsesión. Acaso el pequeño rastro del
desastre, el que ahora llenaba de materia orgánica y putrefacción sus zapatos.
Voltea hacia atrás, quiere encontrar los rastros anteriores y no
encuentra nada. La mierda sólo apareció aquí, debajo de sus zapatos. Su
compañera le dice:
— Es que Usted no viene caminando sino flotando. Es la única
explicación.
Estaba hecho,
pidió “suerte” y ahora "hay tanta mierda en este rincón"...