Amuleto contra jaguares

Maciek Jasik
Por @GabyRuizMx

Nosotros somos una tarde que infatigablemente marca las cinco. Simultáneos e infinitos ardemos en ternura. Caricia de una tibieza fosforescente. Sufrimos la sed… la sed como una compulsión, como las ganas de que me encontraras o de que un día aparecieras por completo. Yo me habría bañado en ese mar terrible de tu amor por todos los siglos, bebiendo de tu boca, esas ganas y ese dolor a grandes gritos para que no te fueras nunca más.
Permanecemos cuando el sol se esconde con ocasión de la poesía. Aplazo la oportunidad de quedarme junto a ti en la oscuridad pues es en la oscuridad donde mejor se ven los seres humanos, sin adornos, y sin  miedos. Llueve tremendamente hasta que el agua hace desaparecer las calles. Empapados nos miramos jóvenes y hermosos. Jaguar, siempre es verano para besarte. Y en los espejos te repites como en mi noche.

Maciek Jasik
Navegamos a un cielo estacionado en tu habitación o la mía. Un enorme ventanal deja pasar la luz de la luna y nos baña. Nos acercamos para tocar, para ser pinchados por las espinas de las rosas. Siempre callas aunque al final hagas florecer a las rosas. Incluso en tu guarida decorada con lienzos a blanco y negro. Comemos del mismo plato. Juntamos nuestras palmas. Nos llamamos por nuestros nombres. Entonces yo tampoco sabía que tenía miedo.

Nos reunimos otra vez. Para nosotros es verano, un fenómeno solar que predomina en lo que continuamente permanece como un campo de flores heladas. Traes contigo un obsequio extravagante: una edición en francés de la Filosofía de Tocador. Me quedo con ese libro pensando que su mayor mérito es el manifiesto del Marqués de Sade contra Napoleón, tus notas al pie de página, una fotografía tuya de espaldas. La palabra amor siempre se resiste a aparecer. Se trata de exploración, de prueba y error: tú duermes con sirenas y yo descubro a mi diosa.

Las nubes amazónicas traen el frío hasta la ciudad. Al finalizar la estación pienso en la posibilidad de que tantas otras cosas terminen. A medida que la presencia de nubes orientales aumenta llego a la certeza de que ningún verano es igual que el anterior. Nuestro destino, nuestras coincidencias. Me encuentras aunque juras no regresar y en cada viaje de vuelta eliges una piedra volcánica, y la cargas de regreso al lugar del silencio. Ciertamente hay lugares de amor, lugares de fuga. El nuestro es un no lugar.



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