1979

Elizabeth Taylor 
Me fui. Así empieza esta parte de nuestra historia. ¿Y de qué conversaríamos? Ahora es posible hablarnos. Han sanado las heridas de las guerras que mantuvimos intentando dejarnos, por el bien del uno y del otro. Pero sobre todo por el mío.
Según me cuentas estás mejor, o por lo menos ya no consumes tristeza en puñados. Esa que hacia que apareciera la madrugada hasta debajo de las uñas. 

De vez en cuando me entristece aquello. Ver al hombre combatiente, haciendo sólo la guerra consigo mismo sin posibilidad de tregua. Es que no sabes ser de otra manera: una estrella fugaz, hermosa y violenta a su paso. Después de tantos besos y tantas lágrimas, es mejor disolverte en el veneno del olvido. 

Hay fuerzas que nos cazarán: el miedo o el amor como si fueran dos perros que en la calle siempre nos siguieron. Y hay otras tantas cosas que se perderán en el camino: yo nunca recuperé ese amor. ¡No importa qué tiemble la tierra en algún tiempo o en algún lugar! 

Es ahora más claro. Yo escuchó claramente. Rasgando un poco la superficie, podríamos hallar alguna voz aguardientosa cantando “No me dejes”. Tu cabello negro se ensortija en una noche larga y feroz. Nada de eso ya es mío. Lo entrego al abrigo del sol. 

Ya pasaron. Esos tiempos ya pasaron. Esta imagen sólo es un recuerdo. Aunque tú te quedes y yo me siga yendo. Por ejemplo, de ti. 

Fue bueno verte. Aunque en ese recuerdo te pasees en un dormitorio, y yo lo vea como una lejana orilla. Y siga sintiendo que la tierra se va deslizando hasta hacer caer esta habitación hasta su fin.




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