El libertino

John Wilmot, The libertine (2004) película dirigida por Laurence Dunmore



La cinta narra la etapa final de la vida de John Wilmot, gran poeta, dramaturgo, amante del teatro. Wilmot fue un hombre brillante, de gran inteligencia, lleno de contradicciones, y autodestructivo. De su obra se tiene muy poco: ediciones póstumas de Sodom, o la quintaesencia del libertinaje, que fueron destruidas a causa de la obscenidad del contenido, al igual que sus versos y dibujos eróticos. Gustaba de escandalizar a los nobles de la época, y el rey continuamente lo desterraba de la ciudad para luego llamarlo de regreso tras un par de meses. Era querido por las masas, y es que, a pesar de todas sus incongruencias, es difícil no amar a un personaje tan singular, en cuya vida intentó siempre decir lo que sentía sin importar las consecuencias. A continuación, frases varias de The libertine, una biografía fílmica sobre John Wilmot, segundo conde de Rochester, e interpretada por Johnny Deep. Earl de Rochester fue un hombre parecido al marqués de Sade. Grosero, obsceno, irrespetuoso, escandaloso. Libertino.


Johnny Deep
protagoniza a 
John Wilmot, The libertine (2004)

Yo soy el cínico de nuestra edad de oro. Este plato generoso, que nuestro gran Carlos y nuestro gran Dios tiene, más o menos en igual medida, puesto que tenemos ante nosotros, establece los dientes de forma permanente en el borde. La vida no tiene fin. Está en todas partes deshecha por la arbitrariedad. Hago esto y no importa un ápice si hago lo contrario. Pero en una casa de muñecas, cada acción, buena o mala, tiene sus consecuencias. Caída de un pañuelo y se volverá a asfixiar usted. El teatro es mi droga. Y mi enfermedad está tan avanzada que mi físico debe ser de la más alta calidad. Soy una mala hierba. Cuanto más veneno me echan, más vuelvo a brotar.



El amor, el sexo y yo somos una ecuación muy compleja, y a veces uno puede llevar con cierta elegancia el tener los bolsillos vacíos, como si fuesen una insignia a la integridad.
Boca. Temblor, confusión, desesperación, ágil, seco, que deseen, débil, a tanto alzado inmóvil miento. . Esto. . . . . dardo del amor, cuyo punto de perforación, tantas veces intentado, con sangre de doncellas vírgenes diez mil han teñido, ahora está lánguida, en esta hora infeliz. Encogido. . . . y sin savia, como una flor marchita.

Si soy un cínico, ¿cómo he enamorado de una mujer sencilla, a quien no lo sabe?
Dicen que los hombres caen en tres ocasiones. Primero es el amor de la pantorrilla. En segundo lugar es con quien te casas. En tercer lugar es su novia lecho de muerte. Hueles a ella, hueles su propia mortaja.
—El mercurio cura la sífilis pero perturba la mente, plantea un dilema para un caballero ¿no crees?: el cipote o la mente.
—No es mi intención disgustar a las personas, pero debo decir lo que pienso; porque lo que tengo dentro de mi mente siempre es más interesante que lo que ocurre fuera de ella.
Tú me has hecho amar la vida, jamás te lo perdonaré. —¡¡Lizzy, Lizzy Barry!! Salí huyendo de tu amor, pero ahora corro hacia él ¡Pon aprueba mi amor de la forma que quieras!
—¿Me has echado de menos? —Sólo a tu dinero.
—Bien, no me gustan las putas sentimentales.
—Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío, no podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo, si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la Cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia, si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora? ¿Os agrado ahora?... ¿Os agrado ahora?... ¿Os agrado…ahora?”

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