Julius Fučík
A Pablo Neruda
Por las calles de Praga en invierno, cada día,
pasé junto a los muros de la casa de piedra
en la que fue torturado Julius Fucik.
La casa no dice nada: piedra color de invierno,
barras de hierro, ventanas sordas.
Pero cada día que pasé por alló
miré, toqué los muros, busqué el eco,
la palabra, la voz, la huella pura
del héroe.
Y así salió su frente
una vez, y sus manos otra tarde,
y luego todo el hombre
fue acompañándome
a través de la Plaza Venceslao, como un buen amigo;
por el viejo mercado de Havelská,
por el jardín de Stahov desde donde
Praga se eleva como una rosa gris.